sábado, 15 de septiembre de 2012

Las implicaciones de las telarañas (Dormingo)



Uno de los síntomas de hacerse adulto es que a la gente le salen telarañas en la cabeza. Bueno, no en la cabeza, sino en los pensamientos; lo que es peor. Y esas telarañas se tejen con la filigrana de un tenso cordel que solemos confundir con las implicaciones de nuestras acciones u omisiones y que, en el peor y más burdo de los casos, como grosero mecate, nos remite salvajemente a ese espeso limbo de la telaraña del “qué dirán”.

Como suele ocurrir con las telarañas, estas craneales también atrapan. Atrapan pensamientos lindos y pensamientos gachos, como mariposas y moscas. Y las atrapan de tal forma que llegan a malformar congénitamente a nuestras acciones y omisiones neonatas. Nos paralizan o nos lanzan al vacío.

Cuando se es un chaval (o chavala, claro), se va por la vida sin dobleces cognitivos. Se piensa, dice y hace lo mismo. Pero cuando uno crece, comienza a doblarse la función craneal y uno a perder la línea de congruencia entre lo que se piensa, se dice y se hace. A la edad adulta llega uno verdaderamente enredado en un marasmo de dobleces, prejuicios, miedos y amarres psico-sociales de burra arisca que tejen esa telaraña mental donde nos atrapamos a no hacer nada o desde donde nos catapultamos a hacer pendejadas. Por tener presente el sentido del equilibrio y las morales buenas cosas de la vida en sociedad, acabamos por desorientarnos y caer en el precipicio de torcer las buenas cosas de la vida en colectividad. Sólo cuando nos desinhibimos, avanzamos hacia ese planeta diáfano de pensar, hablar y actuar con claridad. Por eso es cierto que sólo los niños y los borrachos (adultos desinhibidos) dicen la verdad.

Lo malo no es que nuestros pensamientos, dichos y actos tengan implicaciones. Gracias a ello también tienen significados, que permiten la sublime condición de la creación humana, y asumen consecuencias, que mandatan a la pertinente congruencia de la responsabilidad adulta. Lo malo es que con esas implicaciones nos tejamos telarañas mentales donde atoramos nuestras vidas y nos tropezamos con nosotros mismos y los demás.

Por ello bien vale la pena liberarse de las telarañas y aligerarse el paso de la vida creativa, responsable, cordial, fraterna y neta. Neta.

(Dormingo para ser leído como fue escrito: tranquilo y escuchando una buena “playlist” de rolas “calmaditas” de rock clásico, lideradas por “A horse with no name”, “Hotel California” y “Starway to Heaven” y, en primer término, “Let it be!, nomás para empezar…)

1 comentario:

  1. En éste día que para mi ha iniciado difícil, éste encuentro en la busqueda de nada ha sido maravilloso.
    Leerte mi muy querido amigo Carlos González es vivir, sentir, recordar y acrecentar mi admiración y respeto por ti. Gracias por seguir compartiéndote con quienes te apreciamos y con quienes tienen la fortuna de conocerte a través de tus publicaciones pues a todos nos permites crecer.
    Respetuosamente,
    Sandra Flores Padilla.

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