domingo, 2 de septiembre de 2012

Te extraño (Dormingo)



A la Peque,
en este fin que no fue…


El aire es denso y asfixiantemente escaso, espeso, pesado. Ya no lo respiro, lo trago. Tengo una loza en la espalda, por dentro, que oprime el pecho y lo estruja por entre este hoyo negro en el que me desplomo mareado y sin sentido, cargado de sentimientos. La procesión va por dentro, pero sin el santo de su devoción… porque no está; lo tienen, pero no está. Y así, los devotos son dolientes que van jadeando, cargando el extenso peso de su intensidad por un amor presente pero con una imagen ausente. El aire es denso, como angustia… y yo, teniéndote lejos, te extraño muy cerca.

En medio de esta procesión por dentro tan desgarradora y sometido por este aire por fuera tan desgarrador, me desgarro las venas quemantes y me disuelvo en su sangre agria. Siento que la distancia es una daga que llaga y el tiempo una braza que abraza.

Lo siento. Siento lo que se siente y lo siento: te extraño. Te extraño con la entraña, con el alma no salva, con el espíritu roto, deambulante, partido en dos y tu tienes la otra parte.

Estoy confundido y confuso, difuso. No sé donde está el sur ni el norte, dónde estoy yo si no estás tu. Vago dentro de mí y no me hayo. Mi alma pena y mi espíritu se extravía. Yo he tropezado con una hoja de papel. Al menos sé que a tí volveré.


(Dormigo para ser leído como fue escrito: temperamental, extrañando y escuchando, desgarradoramente, la Sonata para Violín #9 “Kreutzer I” de Ludwig Van Beethoven… así de fuerte)

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