domingo, 31 de agosto de 2014

La Perilla


A Naty, que hoy vuela…


Todos los seres humanos nacemos con un dispositivo cerebral que bien podemos llamar “la perilla”. Se trata de un procedimiento (ojo: procedimiento, no mecanismo) de respuesta ante determinados impulsos externos que demandan de nuestra parte una opinión o una decisión. Dicho procedimiento es muy simple, pero de connotaciones muy complejas: en síntesis, consiste en un abanico más o menos restringido de opciones que las personas tenemos o creemos tener al presentarse situaciones ante las que debemos formarnos una opinión o, lo que es más contundente, tomar una decisión.

“La perilla” parte de un supuesto hiper-elemental: todas las personas estamos opinando y tomando decisiones a cada instante. ¿El tráfico de esta avenida es muy intenso o no? ¿Puedo intentar cruzarla en este momento o más tarde?. Esta persona que viene hacia mí, ¿es digna de mis consideraciones o no?, ¿la saludo o no? Son del tipo de las miles de opiniones y decisiones que todos los días nos hacemos. Y el común denominador es uno muy esencial: son y se trata de dilemas. Y nada como enfrentarnos a dilemas para medir o probar nuestro real y efectivo apego o no a valores y principios: sólo cuando estamos ante un dilema probamos realmente cuál es nuestra concepción de las cosas, los pensamientos, las acciones y sus consecuencias.

Así, todo el tiempo nos estamos formando opiniones y forjando decisiones: enfrentando dilemas. Por eso nos autodenominamos “animales racionales”. Y aún cuando el abanico de posibles opiniones y decisiones es casi exponencialmente tendiente a infinito, lo cierto es que, al final de cuentas, se reducen a dos tipos: las buenas y las malas.

Y lo bueno y lo malo en este caso no es un asunto moral; es un tema estrictamente procedimental y, más aún, instrumental. Aquí hay de dos sopas: las opiniones y las decisiones buenas y las malas. Y las buenas lo son porque son positivas y constructivas, en tanto que las malas lo son por negativas y destructivas. Ambas definidas así por su esencia y en sus consecuencias.

Así de simple: con nuestras opiniones y decisiones en la vida o construimos o destruimos. Desde luego, hay miles de matices en medio de estos extremos, pero al final de cuentas se refieren a opiniones y decisiones que son buenas, positivas y constructivas o malas, negativas y destructivas.

Y esos son, precisamente, los extremos de “la perilla”: o estamos en la vida de buenas, positivos y constructivos o estamos de malas, negativos y destructivos. No hay más. Y la alternativa de en qué lado de la perilla situar nuestra opción es siempre nuestra. De qué lado ponemos el cursor de “la perilla” es responsabilidad nuestra y de nadie más. Estemos concientes de ello o no, siempre es nuestra y de nadie más, por más que la circunstancia determine a la conciencia.

Voy a poner un ejemplo para explicarme. Supón por un momento que durante doce años no viviste con tu hija, por haberte divorciado de su madre. De repente, la vida te da la oportunidad de vivir con ella y tu, feliz y loco de contento, piensas que es para siempre o para casi siempre. Al menos te fijas el plazo de que ese “casi siempre” puede durar más o menos cuatro o cinco años, en lo que ella termina sus estudios de licenciatura. De repente también un día en una cena, como quien no quiere la cosa, te suelta el anuncio de que ya se va de casa: que se comienza a independizar. Entonces, ante este dilema, ¿qué haces? ¿Pones “la perilla” del lado malo, negativo y destructivo y opinas que la vida ya no tiene sentido porque tu hija se va y tomas la decisión de tirarte al drama y la depresión? O ¿pones la perilla del lado bueno, positivo y constructivo y opinas que lograste lo que propusiste desde la primera vez que la abrazaste y te la pegaste recién nacida al corazón decidiendo que querías educar a una mujer soberana y tomas al decisión de apoyarla con alegría y convicción?

El asunto, sencillo y radical como lo son las cosas simples y verdaderas de la vida, es claro: en la vida todos tenemos la responsabilidad de vivirla. Y hacia dónde y cómo pongamos “la perilla” será, siempre, asunto nuestro: de nuestras opiniones y decisiones.



(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán del 9 de agosto del 2014  y para ser leído como fue escrito: mientras tus seres amados conversan y tu escuchas un “playlist” cojonudo de “electro tango”, neta. Fundamentalmente, todo o casi todo Gotan Project)

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