domingo, 13 de abril de 2014

Diez mil años (Dormingo de Celebración)


Hace varios millones de años que el primer changuito se bajó del árbol y comenzó a caminar erguido, y acaso diez mil que sus descendientes aprendieron a cultivar la vid y obtener de ella el rico fruto del buen vino.

Diez mil años. No son poca cosa, como para contemplarlos en las tonalidades rojizas de una copa levantada como estandarte de una cultura y la sana degustación de los alimentos de la tierra. Diez mil frente a los 6 mil con que cuenta la cerveza, su más cercana competidora.

Los primeros fueron los Sumerios, hace aproximadamente 8 mil años, luego los Egipcios (6 mil), los Fenicios (3 mil), los Griegos (2 mil), y los célebres Romanos (mil) que comienzan su conservación, dando origen a la crianza de nobles barricas como con el legendario Opimiano del año del consulado de Opimius en el121 a.c., consumido incluso 125 años después.

En América había también vid nativa, pero no se utilizaba para procurar vino. Fueron los misioneros católicos y sus misas las que lo introdujeron en nuestros lares y hábitos. Por decreto real, poco después de la Conquista, hubo de disponerse  que todos los barcos que se fuesen a hacer las Américas debiesen viajar con vides y olivos.

La vid y su rico fruto se expandió por nuestras geografías indómitas, hasta que nos hicimos competitivos ante los productores peninsulares, quienes impulsaron al Rey Felipe II a decretar, en 1595, el exterminio de los viñedos del nuevo mundo.

Pero la semilla estaba sembrada y en 1597, un nuevo y pronto decreto autoriza a don Lorenzo García para que en Parras, ahora Coahuila, establezca la Hacienda y Bodegas de San Lorenzo para producir el vino de consagrar necesario para la redención de las almas mestizas.

En 1870, don Evaristo Madero adquiere a San Lorenzo y funda la Casa Madero que todavía conocemos. Desde entonces, en este noble país se produce buen vino que, después de las pésimas rachas de los años setenta y ochenta, nos comienza a enorgullecer con las cosechas coahuilenses y bajacalifornianas, de alta calidad y oriundez fundamentalmente en el generoso Valle de Guadalupe.

Diez mil años. Gran cosa para celebrar y descorchar esta tarde un buen tinto mexicano, en celebración y conmemoración nuestra.



(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán y para ser leído como fue re-escrito: después de una semana de locos furiosos, degustando un buen vino de vid mexicana. Mejor si fuera un María Tinto, predilección de la hija mayor. Y escuchando los sonidos de aliento del “Camposanto” de Sibila de Villa, gran cosa!)

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