sábado, 8 de marzo de 2014

Mujeres (Dormingo en el Día Internacional de las Mujeres)


Crisol de todas las diversidades para una identidad propia policromada y multifacética; chispa de ignición para el sol de todos los días de la vida; claridad toral para el ancho horizonte que ilumina a la luna de todas las noches asequibles; faro de un puerto de salida que es el de llegada; fortaleza de todas las firmezas posibles; independencia de todas las naciones hechas matrias y ya no sólo patrias, donde habitan todas las ciudadanas que un día nos gobernarán; dulzura de todas las ternuras factibles; dolor de todos los perversos daños infligidos; delicadeza de una vida dura; omnicomprensión del mundo; multitareas de verbo interminable, llanto disponible y perdón irredento; suavidad de todas las caricias accesibles; trinchera de aquellas batalles libradas y las que faltan; ejemplo para y de una vida por venir, de una sociedad por llegar, por arribar, por conquistar, por poblar, por vivir, por redimir, por explicar, por fundar, por exigir; síntoma vital; garantía existencial; recinto, origen, destino, explicación, expiación, inmolación, exaltación; seres humanos espléndidos y superiores por su naturaleza y la tersura poco disimulada de su recio carácter; compañera, madre, hija, tía, sobrina, prima, abuela, amiga, guía, líder, cómplice, esposa, amante, confidente, colega, socia, escuchadora, admiradora, enloquecedora, convocadora, habladora, discursiva, incisiva, inclusiva, exclusiva, explosiva; todo lo comprensible y lo que no se comprende; todo lo que se desea y no se espera, pero se anhela; alojamiento para el ánimo exaltado; plataforma para el espíritu anonadado; ágora para el alma dispuesta y creativa; café, agua, whisky y cerveza, unos tintos y mezcal, a veces mucho mezcal, cosméticos, libros, tacones, lentes y chalinas, discursos y proclamas, explicaciones nunca concedidas, reclamos siempre insatisfechos, llaves extraviadas, coches mal estacionados, cocinas en desorden, alimentos exquisitos, sazón y razón, faldas y pantalones, tacones, otra vez tacones, siempre tacones; ropa insuficiente; tiempo faltante; amigas de sobra, sobre todo si son las mías; amigos en falta, sobre todo si son los suyos; oficina, casa, cama, dama, dama indómita, dama insólita; coche, teléfono, chateo, texteo, el teclado y el volante, las bolsas como tema aparte; las citas, las prisas, la presión y el estrés, una copa en la mesa, una playa en la promesa; carácter indómito; ánimo indescifrable, impredecible, a veces impresentable, siempre disfrutable; autoestima fundamental, como brújula y como radar, como escudo y lanza, como columna vertebral; cuerpo que es templo, altar y santuario; mirada que es destino; olor que es color, antes y después del calor; gusto que es gusto por la vida y sus orígenes acuáticos; tacto que es escritura que se pirograba por debajo de la piel, donde la carne viva anida y detecta todo el dolor y todo el placer, como si del entendimiento estético de la vida se tratara, como si de las sensaciones nos pronunciáramos, como si de nuestros desfallecimientos procuráramos el aliento impulsivo; lo único crucial por lo que vale la pena irse a crucificar, una y otra vez; autonomía soberana que se abre paso a pesar de nosotros; ¿cómo resarcir los agravios milenarios que todavía, a estas alturas de la vida, se nos salen como eructos misóginos y cobardes?; ¿cómo lograr la gracia de la igualdad y civilización?; ¿acaso como seres humanos en natura comunión?.



(Dormingo para ser leído como fue escrito: en la víspera del Día Internacional de la Mujer de todos los años de toda la vida, escuchando una lista de reproducción propia titulada “Mujeres latinas sincrética” con Buika, Lila Downs, Bebe, Martirio, Natalia Lafourcade, Carla Morrison, Alondra de la Parra, Eugenia León y Betsy Pecanins, digo; para empezar)

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