martes, 22 de octubre de 2013

Marica



Tiene 27 años y juega fútbol. Es delgado y alto, más bien espigado. Dicen que es buen jugador, vaya usted a saber. Lo que sí se sabe es que acaba de ser contratado por el Getafe, equipo más bien malón de la Liga Española, para alinear con ellos en la presente temporada. También se sabe que es rumano y que viene de jugar con el Schalke 04 de la alemana Bundesliga. De igual forma, se sabe bien que nunca había tenido problemas por su nombre para jugar fútbol o vestir uniforme alguno, por más estrafalario que fuese (y conste que en Rumanía debe haber varios uniformes con esa condición, dada su incontenible propensión por el colorido). También se sabe que se llama Ciprian. Y que  se apellida Marica.

Pues bien, debido a la razón sinrazón del nombre de su apellido, nuestros madrespatrios compañeros panboleros de la península ibérica decidieron que su egregia playera no podía, ni puede, ni pudo, llevar en la espalda su sorprendentemente simbólico apellido, pues podría ocasionar "un incidente desagradable entre el rumano y los aficionados o rivales del club", a decir del comunicado oficial... ¡Hágame usted el santísimo favor! (sin albur, claro).

Así las cosas y a diferencia del resto de sus compañeros e incluso del malogrado "Chicharito" que ni se apellida así y sin embargo porta esa denominación en cuanta playera futbolera se ciñe (incluida la de la selacción nacional, ¡coño!), la de este compañero sólo llevará su nombre de pila: Ciprian, que parece no tiene ninguna connotación maligna en sacrosanto español.

Preclaro episodio para documentar nuestro prejuicioso optimismo, todo esto debe estar importándole nada el camarada Marica, pero a nosotros nos sumió en una melodramática cruzada que bien apuntala la nota de marras: "cabe señalar que el futbolista rumano no había tenido que lidiar con esta situación debido a que en los países donde ha militado la palabra marica no tenía significado alguno".

Desde luego, debe siempre pugnarse sin descanso por un uso no sexista ni discriminatorio del lenguaje. La palabra marica, maricón o cualquiera otra para refererirse despectivamente a hombres homosexuales debe proscribirse de nuestro léxico cívico. ¡Pero no así los apellidos! Como bien sabemos: una cosa es una cosa, y ¡otra cosa es otra cosa!

Parece que ahora sí fue tanto que ni al Santo alumbró, pero tanto que lo quemó. Como quiera que sea vale anotar en este itinerario dorminguero dos cosas: 1) a las palabras no se las lleva el viento, tienen significados y pesan, y; 2) los prejuicios prejuzgan y hay que sentenciarlos a vivir en el mundo del ostracismo del que nunca deberion haber salido. Con razón alguna vez alguien dijo que la ignorancia está más cerca de la verdad, de lo que lo están los prejuicios.



(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán del 19 de octubre del 2013 y para ser leído como fue escrito: sin prejuicios -bueno, sin muchos-, antes de ver livianamente Gravity de Cuarón y escuchando alternadamente a los bárbaros de Telefunka con su "Bailando" y a los salvajes de Brian Linch/Eddie Palmieri Project con su "Guajira Dubois")

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