lunes, 15 de julio de 2013

Las cosas no cambian (nosotros sí)



En ocasión de la publicación del Dormingo dedicado a “La Reivindicación de la Cama” mi buen camarada El Raús (alias Raúl Mejía) conminó a este aprendiz de brujo a escribir sobre los sofás, que en mi opinión son los más ínclitos componentes del mobiliario doméstico capaces de ofrecer el depositario ergonómico mejor logrado para alcanzar el cénit de las posiciones amatorias (yo lo sé de cierto, no lo supongo…). Por ese tiempo, también preguntaba y hasta discutía con incólumes amigas acerca de la denominación de salva y grata parte de la anatomía femenina.

El asunto es que, llegado el punto de las reflexiones profundas, me interrogué: ¿en qué momento y por qué dejamos de llamarle “sofá” a nuestro entrañable sofá-cama y ahora nos referimos a ellos con un simplemente “futón”, sin saber a ciencia cierta qué significa esa palabra japonesa?. Y después, otra duda tremenda me asaltó: ¿y cuándo fue que dejamos de decirle “cichis” a las chichis y les empezamos a decir atroz y dizque fresamente “bubis”?.

El asunto, créanme, no es menor, pues implica una visión distinta de las cosas y de nuestras percepción estética de la vida. Al llamar sofá-cama al sofá, estamos refiriendo no sólo a un mueble en tanto objeto material concreto, sino sobre todo a un objeto que usamos con un objeto… o propósito, más a menos específico: sentarse y compartir con los nuestros en el recinto de nuestras casas que destinamos a ese bendito fin y que usualmente llamamos “sala”. Y también para que, pasado ese momento, los nuestros, usualmente nuestros invitados, puedan quedarse en casa a pernoctar y descansar… o simplemente a pernoctar.

Los sofás-cama suelen ser señal de que, en nuestros espacios íntimos (la casa, el corazón, el temple humano), tenemos un lugar reservado para los viajeros queridos que nos visitan. Su diseño mecánico suele ser más bien complicado y robusto, y su diseño externo siempre privilegia el confort sobre la forma. Por eso, aunque sean más bien feos, suelen ser acojinados y cómodos al menos para sentarse largamente en ellos (hay que reconocer que muchos de ellos son más bien incómodos para dormir, por lo rudimentario de sus partes mecánicas).

Se supone que el futón sirve para lo mismo, pues es una especie derivada o importada del sofá-cama. Sin embargo tiene una desgracia: no tiene gracia. Y no la tiene deliberadamente. El futón privilegia su forma sobre su norma. Importa más lo bonito que lo esencial. Ciertamente es más ergonómico y funcional (quizá sus formas curvas le confieran una mejor una predisposición para lograr espléndidos acoplamientos humanos), pero es mucho menos entrañable como objeto con objeto.

Y algo parecido nos ocurre con la denominación de los senos femeninos. La palabra y concepto de “chichi”, ya prácticamente autóctona para nuestra cultura dúomilenaria, hacía siempre referencia (quizá rudamente) a la naturaleza y entrañable función de las mamas de las hembras humanas. La chichi connota siempre a la acción y efecto de succionar, mamar propiamente dicho, actividad humana esencial desde el nacimiento y hasta unos varios pocos años antes de la muerte.

La chichi es nutriente y cachonda. En cambio, la “bubi” es estética y esquiva: prefiere su forma, que su norma, como el futón ante el sofá. La chichi siempre es natural, la bubi suele ser artificial. La chichi es obra de la naturaleza y de Dios, la bubi, con mucha frecuencia, es hija del quirófano y el cirujano plástico. En el extremo, la chichi es de la mamá que lacta, en tanto la bubi es de la niña que no quiere tener hijos.

Pero el sofá y las chichis siguen siendo las mismas. No cambian. Los que cambiamos somos nosotros y la forma en cómo nos acercamos a ellos y ellas. Yo, por lo pronto, sigo prefiriendo un buen sofá y unas espléndidas chichis. He dicho.


(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán el 13 de julio del 2013 y para ser leído como fue escrito: en el vuelo a Tuxtla Gutierrez, Chiapas, rumbo a dar clases de maestría y con un tequilita y una chela a las 12:05 hrs –ya después de la hora Hemingway-, mientras se escucha la maravilla loca de “Strangers in the jazz” de los profesores de Dual Sessions, enjoy it!... NdelaR: ya sé que la chichi no es la chichi, sino la vulva, pero –para efectos de este dormingo- eso no importa… hasta que importa!!!) 

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