Después de ti, la paz. Y el espíritu santo, santificado. Y
el alma impoluta, absoluta. Y el cuerpo redimido, resumido. Después de ti, el
todo y la nada: el regreso final al origen primigenio, el definitivo, el
primitivo, el espasmo del manantial, suspiro sideral. Y esta sonrisa animada, y
esta mirada extraviada, y esta sensación sublimada. Y este abrazo final.
Después de ti, la pausa. Y su causa. Y su caudal. Y tu. Tu
en ti, ya sin mí: conmigo.
Después de ti, esta calma de tormenta pretérita, como laguna
templada frente a mar bravío. Después de ti, la serenidad arterial, el
serenamiento existencial, el sereno hormonal. Y estas ganas de sonreír sin
reír, de volar sin aletear.
Después de ti, me desplomo y me aplomo. Floto en la tersa
nube de tus aromas. Todavía me siento dentro, navegando en un mar de humedades
y olores; sensaciones que son sentimientos. Todavía exploto por dentro… de ti,
por mi. Y tiemblo, como raíz después de la cosecha.
Después de ti, sólo te quiero a ti. Y te vuelvo a buscar,
dentro de mi. Y tu estás allí, en ti. Después de ti, solo quiero el tacto de tu
calor desnudo, de tu epidermis de fuego, de la sensible membrana humana con que
me envuelves y posees, otra vez. Rastreo tus huellas y me pierdo, otra vez;
todos los caminos conducen a ti.
Después de ti, yo en mi. Tu en ti, ya sin mi: conmigo.
(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán el 7 de abril del 2013... para ser leído como fue escrito: con el memorioso tacto a
flor de piel. Escuchando, al fondo y a lo lejos, una rola de la Morrison que no
acabo de identificar)
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