domingo, 21 de abril de 2013

Mujeres Chamán



Aunque luego se pierde en la equívoca y muy perversa idea de que “amar es sufrir y querer es gozar”, mucha razón tiene El Príncipe al interpretar que “casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar… es que amar y querer no es igual”. Gran verdad. La neta.

Verdad que aplica a la inmaterialidad del amor y la querencia espiritual, tanto como a la materialidad del amor y la querencia corporal. Y es que en el sexo tampoco amar y querer es igual. De allí que suela hacerse la muy justa y no necesariamente traumada o traumatizante distinción entre hacer el amor o fornicar, como suele llamarse en la Biblia a la acción y efecto de simplemente coger.

Fornicamos o cogemos atendiendo nuestra instintiva condición animal, hacemos el amor sublimando nuestra aspiración humana. Yo sé que les pareceré cursi, particularmente a una amiga de incólume recuerdo, pero hacer el amor no es coger. Hacer el amor es justamente eso: hacer el amor, hacer que el amor se haga. Y eso no es cualquier cosa, ni cualquiera puede con ello. De allí que pueda parafrasearse al profesor Manuel Alejando (autor de la rola de inspirancia dorminguera) señalando que “casi todos sabemos coger, pero pocos sabemos hacer el amor” (ajúa!). Y ésa es verdad muy verdadera, tod@s los sabemos bien.

Desde luego, tampoco es que “sea malo” simplemente coger (al menos no de vez en cuando, je), pero hay que reconocer que hay gente que, la neta, mejor debería disculparse e irse. Son mecánicos/as egoístas, insaboros/as, incoloros/as, pero no inodoros/as.  Wácala de perro. Así van al encuentro carnal y así salen de él: como perros/as.

En cambio, hay otras que son una verdadera maravilla. Magia y alegría hay en su tacto creativo. Seres humanos que saben comunicarse con otro ser humano y hacerle sentir sintiéndoles: haciendo el amor. Logrando que los sentidos alterados se transformen en sentimientos aclarados. Recorriendo geografías humanas con el despiadado cuidado de quien teje filigrana de besos y caricias mutuas, por debajo y por encima de la piel. Mujeres que te guían y te cuidan, te protegen y te exponen. Mujeres Chamán que saben bien que en la vida linda el hombre sólo lleva el ritmo en una sóla cosa: cuando bailan.

Mujeres que después de mostrarte y demostrarte su sabiduría ínclita te hacen suspirar en el nicho de su altar: “cada vez que me amas es un milagro”, como diría el Maestro Aute. Esas mujeres, como ahora diría el Profesor Brecht, son las imprescindibles. Las otras no: se puede prescindir de ellas y el mundo seguiría girando sobre su propio eje y alrededor del sol. Pero de las Mujeres Chamán no se puede prescindir, porque entonces ya no habría brillo humano alrededor del cual siguiera girando ese cálido y fértil sol. Y es que amar y querer no es igual.


(Dormingo para ser leído como fue escrito: antes de ir a la dentista, plácidamente y escuchando a los paradigmáticos Moenia y su mega rola “Mejor ya no”, y no al Maestro Aute o al Profesor José José, aunque usted no lo crea)

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