El
mundo se va a acabar. Eso está claro. Pero no ahora. Eso, por fortuna, también
ya lo está.
Que
el mundo se vaya a acabar, por cierto, no quiere decir que el planeta se vaya a
acabar, sino que se acabará la vida humana en él (y muy probablemente cualquier
tipo de vida natural conocida hasta ahora). Por ello, de entrada debemos
reconocer que cuando hablamos de "mundo" hablamos de
"humanidad", de su dimensión cualitativa, y que cuando hablamos de
"planeta" hablamos de "cuerpo celeste", su dimensión objetiva.
Pero
que la vida humana en el mundo se vaya a acabar no tiene nada que ver con
nuestros calendarios, ni siquiera con el de los impresionantes mayas. Tiene que
ver con el transcurso de eso que hemos dado por llamar tiempo, pero no con eso
que hemos dado por intentar determinar como medición del tiempo. El tiempo
existe más allá de nuestra conciencia del tiempo, pero la medición del tiempo sólo
existe en nuestra conciencia del tiempo y nada más.
Ni
los segundos, ni los minutos, ni las horas, ni los días, ni las semanas, ni los
meses, ni los años, ni los lustros, ni las décadas, ni los siglos, ni los
milenios y ni las hostias existen. Al menos no existen acomodados como los
tenemos acomodados y calendarizados en nuestros distintos imaginarios
colectivos como los tenemos calendarizados. Su materialización objetiva y
objetivizable transita muy por encima de nuestra percepción subjetiva y
subjetivizadora. Para los cristianos, se nos está acabando el 2012; pero no
para los judíos, ni los mayas, ni los vietnamitas.
El
tiempo no existe, transcurre. Nosotros somos los que existimos y lo hacemos
gracias al transcurso del tiempo. Por eso, el fin del mundo no sería el fin del
tiempo sino el fin de nuestra existencia. Somos tan mortales y tan frágil es
nuestra vida, que se nos hace fácil pensar que el mundo se va a acabar así nomás
porque a unos genios se les ocurrió decir cosas hace miles de años que aún no
entendemos.
Como
nosotros sabemos que terminando de leer (o escribir, ups) este Dormingo,
podemos salir a la calle, tropezar, rompernos la crisma y morir, pensamos que
también así de fácil el mundo se va a acabar porque a unos paisanos se les
ocurrió predecir el fin de una era hace un buen rato.
Pero
lo cierto es que, aún cuando alguna vez se acabará el mundo con su humanidad,
lo cierto también es que aún no. Es más, no sólo no se acabará, sino que apenas
está por comenzar.
Esa
es la buena nueva para este año nuevo, que este dormiguero desea pleno de
buenaventura para tod@s los dorminguer@s de buena voluntad.
(Dormingo
para ser leído como fue escrito: preparando la cena de Año Nuevo y
escuchando al azotado del Cigala cantando tangos en su espléndido
"Cigala&Tango")
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