mi Mac y yo te vamos a echar de menos...
De figura garba y gallarda, era de trazo suave y preciso;
ligero, como el equipaje machadiano con el que se despidió, sonriente y flaco,
en aquella sencilla estación de tren, al lado de la supercarretera de la
información. Tenía,
como pocos, la gracia esa nunca disimulada de portar el Don sin usarlo, menos aún solicitarlo. La genialidad de la sencillez, me dijo un Colibrí.
como pocos, la gracia esa nunca disimulada de portar el Don sin usarlo, menos aún solicitarlo. La genialidad de la sencillez, me dijo un Colibrí.
Conciliaba aquella muy infrecuente hidalgía de poder ser
estimado por lo que era, tanto como por lo que no era. No era, ni fue,
petulante, arrojante ni fanfarrón, aunque era un genio de admiración. Un poco
sí era enojón, como todo genio de admiración. Pero era, sobre todo un tipo
genuino, auténtico, legítimo, de allí su encanto y fascinación.
Vino a revolucionarnos la vida, y se fue como si nada. Nos
dejó una barbaridad de juguetitos, de esos que Atalli llama "instrumentos
nómadas" y que nos han transformado la cosmovisión. Después de Steve Jobs,
nosotros -los de entonces- ya no somos los mismos.
De la Macintosh al iPod, el iTouch, el iPhone y el iPad hay
una línea que, desde el principio, siempre dijo: "piensa diferente".
Y así la Mac se distinguió de la PC, y con ellas sus usuarios, como aguas del
mar rojo.
Para muchos, usar Mac y no PC es más que optar por acceder a
una tecnología robusta; que no tiene virus, no se traba, es rápida, compatible
y, sobre todo amigable, alegre. Usar Mac es, la neta, pensar diferente. Es,
básicamente, ser simple: imaginativo y creativo. Comunicarte fácilmente y
trabajar creando y a gusto. Pasártela bien, chido. Algo así como deberíamos ser
y un día fuimos, antes de bajarnos -encueraditos- de nuestros arbolitos
prehistóricos.
Yo no lo conocí, pero hay algo en él que me convenció desde
el principio: no es necesario usar traje y corbata para tener grandes
responsabilidades, ni demostrar grandes capacidades. La incomodidad es un
corsé, no una virtud, y ninguno de los dos primeros redime. Hablar de usted no
hace más respeto y la solemnidad no siempre es una buena consejera. El día que
nos desolemnicemos, seremos más diáfanos, más libres, más virtuosos... menos
encorsetados, como las muchachas de la liberación.
Viendo a ese CEO en tenis y mezclilla, recuerdo: el hábito
no hace al monje, pues aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Y al ver
cómo lo despedimos, me convenzo: como te ven, no te tratan. Al menos no al
final, cuando siempre termina por quedar claro que actitud, es aptitud; y sólo
distingue a uno del otro, la virtud... como diría el Siervo de la Nación. Vale.
(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio deMichoacán el 9 de octubre del 2011 y para leerse como se escribió: leve y
escuchando la maravilla cadenciosa de "Deep in it" de St. Germain en
su disco "Boulevard". Ah y en el iPad, desde donde se envío!! je. La
viñeta es de la Grande Ana Lucía Solís, Colibrí)
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